Soñé contigo esta noche, otra vez.
Me habías dejado en el portal de casa hacía un rato, y empezaba a preocuparme un poco porque no me avisabas de haber llegado a tu casa. Volvías un rato después.
- "A ver", decías; "Ya sé que he tardado un poco, pero he tenido que sopesar muchas cosas para volver. Es la 1.30 de la mañana y para mí estar aquí significa dejar que descanse mi niño interior, y no sé hasta cuando puede ser eso. Una hora, un par, una noche... Quiero que entiendas lo complicado y difícil que resulta esto para mí".
Y yo sonreí. Porque joder si lo entendía. Y te besé entonces. Y nos besamos. Y madre mía, vaya beso.
No recuerdo nada más, sólo que desperté y no estabas. No entendía nada de lo que estaba pasando y me costó mucho, muchísimo, distinguir lo que estaba siendo real y lo que no.
Apenas nos hemos visto hace unas horas y ya te echo de menos, Alberto. Gracias por hacer, sin querer y sin saber cómo, que mi imaginación vuele de esta manera hasta dónde está feliz, que sin duda es a tu lado.
Sé feliz con lo que tienes, porque nunca sabes donde estará tu princesa.