Hoy aprendí que cuando estás triste y piensas que no hay motivos, si los hay. Y esto puede parecer una tontería, pero no es tan obvio ni tan fácil de ver cuándo estás abajo y no entiendes nada.
Ahora, que no estoy ahí en ese agujero tan feo en el que estaba hace unas semanas, he sido capaz de ver desde aquí que es normal que estuviera triste. Que motivos no me faltaban. Que quizá, lo raro, era lo otro.
Ser consciente de lo que me rodea también me hace crecer. Abrazo desde ahora a mi yo del pasado. Tienes gente bonita a tu lado que te cuida y te abre la mente hacia sitios a los que no quieres ir.
Te hace bien ver esos sitios, cuando puedes verlos. Me he dado cuenta de que cuando estoy mal y me hablo a mi y me pregunto que me pasa, si está todo bien, y me hablo con todo ese cariño que de sobra me merezco, quizá se me haya olvidado preguntarme por toda mi circunstancia.
Tendré en cuenta el entorno la próxima vez que caiga. Hoy me voy contenta a la cama después de ser reconfortada en los brazos de mi hombre. Gracias por abrirme los ojos y por abrir nuestros corazones.