Hoy es un día de esos en los que estoy tan cansada que no puedo dormir. Estoy como si llevase una eternidad despierta. Ha sido definitivamente un día difícil, han pasado muchas cosas, no he sabido quererme hoy. Estuve metida en una espiral pequeña de autodestrucción y autocompasión muy extraño, la verdad. Imagino que es cierto que hay veces que hasta que duele no aprendes. Que hay cosas que hay que arrancar rápido y deprisa, que tienen que doler, pero que sea cuanto antes y cuanto menos.
Me siento decepcionada conmigo hoy y eso me pone muy triste porque no sé gestionarlo. Es, para mi, uno de los peores sentimientos que puedes tener.
Me quedé dormida esta mañana. Muy dormida. Llegué tarde al trabajo y esto ya es la peor manera en la que puede empezar un día para mi. Se fueron sucediendo mil cosas que hicieron que mi ansiedad y mi culpa se fueran acrecentando hasta que no cupieron más cosas dentro de mi pecho y tuvieron que salir por algún lado. De forma física, en este caso. Y ahora, agotada como estoy, no puedo dormir. Creo que no me estoy dejando. Me parece que me tendré que tomar unos días para cuidarme y tratar de aceptarme otra vez.
Al final, sí que era una hecatombe. Y este torbellino sí que se ha llevado personas por delante esta vez. No sé muy bien como se cuida una cuando no se quiere. Creo que nunca me había pasado. Me siento ajena y decepcionada de mí. No confío en mí.
No sé que hacer para estar mejor, tampoco. Ni si quiero estarlo. Ni si merezco estarlo. Creo que no. Creo que esta vez no me merezco.
Creo que me quedan muchas noches en vela de soñarte, todavía.
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