Lo bueno y lo malo.
A veces, un juego puede cambiarte la vida. O quizá es algo que parecía un juego cuando empezó y se ha convertido en mucho más. O, tal vez, no sea nada más que un juego.
Lo bueno y lo malo... Nunca encontré quién jugará conmigo. Acostumbro a jugar sola a esto ahora porque no he encontrado la persona a la que le siente tan bien como a mí. Lo he probado con varias, pero no tiene el mismo efecto.
Juego todos los días. Y si puede ser, por escrito. Para leerme y poder entenderme.
Antes de dormirme, pienso una cosa: que ha sido lo peor del día de hoy? Y después de meditado y contestado, me pregunto: y lo mejor?
A veces la balanza está muy desequilibrada hacia un lado o hacia otro. Otras, lo mejor y lo peor del día resultan coincidir. Lo ideal? Que lo mejor del día compense lo malo, por supuesto. Y cuando lo lees, a veces no compensa, pero sí que reconforta. Te hace ser más consciente de tus elecciones, de lo que te están haciendo y de si te estás haciendo bien. Para que, si ves que estás yendo por el camino que inclina la balanza al lado contrario, puedas cambiarlo. O para que puedas decidir no hacerlo aunque, después de un tiempo, y por escrito, veas que te destroce.
Lo bueno y lo malo. Jugar a vivir. A tomar tus decisiones, a sus consecuencias. A mover lo que está en mi mano para que vaya hacia donde yo quiero.
Entonces, ¿por qué la balanza está inclinada hacia el lado que no es?
Algo no estoy viendo. Algo se me pasa por alto. Quizá la consciencia de mí misma, o quizá... O quizá haya escogido el camino difícil. Para no aburrirme. Para no tener un sólo segundo en el que poder aburrirme. Por autoconocimiento, por explorar límites, por excitación. Por entretenerme un poco más con mi misma, por ser mi propio experimento, mi peón. Por ver hasta dónde duele.
Sé feliz con lo que tienes, porque nunca sabes dónde estará tu princesa.
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