En el momento en el que el se acuesta en mi cama, en mi casa, entre mis sábanas, me dispongo a abrazarlo y solo obtengo una respuesta.
- Ai no, que me das mucha calor!
Pongo cara de resignación. ¿Por qué? Fácil, porque él no entiende que me pasaría la vida abrazada a el aunque tuviera que vivir en el mismísimo infierno. Que le besaría de todas maneras aunque al intercambiar nuestros ADN yo muriera entre el peor de los sufrimientos. Egoísta yo? ¿Acabo de escuchar lo que creo haber escuchado? Quizá no pensar en mi y ponerme en la piel de los demás, ponerme siempre pieles que no me valen que me quedan largas y no pensar en cosas que puedan hacerme daño, sea egoísta al fin y al cabo. Quizá intentar que no te hagas daño, que no hagas tonterías que puedan causarte el mas mínimo desorden, con el que puedas llorar, aunque sea un broma, sea egoísta, no lo sé.
Y luego de separarme de ti de que te sientes, me sumerjo en una lectura con la que si, lloro. Y entonces, después de un rato me das un beso. Un beso de esos que usas para ocultar algo que has dicho o que has echo quizá, algo que quieres que no recuerde. Y si no me quiere ya? No, eso es imposible, me ama demasiado, lo se, quiero saberlo. Pero nunca será capaz de amarme más que yo a él, aunque lo que el no sabe es que tendrá que aguantar a esta egoísta cada hora de su inútil existencia.
Y lo único que yo quiero, es un beso. Un beso de esos que hace tanto que no me das, que esconden picardía, pasión, que nos recuerdan que una persona puede serlo todo para otra, esos en los que puedo sumergirme en tus oscuros ojos castaños, esos que esconden inocencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario