Es de agradecer

 A estas alturas, no me queda más que darte las gracias. Gracias por la paciencia. Por ayudarme a conocerme y a aceptarme, por apoyarme y darme un empujón siempre que lo necesité. Gracias por estar cuando ocurrió lo de mi tía. Por enseñarme lo que es el amor la primera vez. Gracias por las caricias, los besos y los mimos en el sofá. Por (intentar) enseñarme a respetar espacios, por hacerme la comida todos los días y estar conmigo cuando me echaron del trabajo. Gracias por Madrid y por los faros. Por enseñarme lo que se siente al estar encima de una moto, por las concentraciones y por aquel libro que empezamos a leer en Madrid y que nunca terminamos. Por agrandar mi corazón y mi paciencia. Gracias por cuidar de mi, por hacer que pensase que me merecía todo eso que me dabas y por contarme cuentos para que me duerma. Por invitarme a compartir contigo la vida, porque maldeciré el día en que empiece a olvidarme, con la edad, de los momentos bonitos.

Gracias por elegirme para vivir contigo tu ahora.

Gracias por comprenderme, por dejar que me vaya por los cerros de úbeda y pinchar la rueda ocho veces antes de llegar al destino. Por animarme a sacar el carnet de conducir. Por amarme y quererme como lo hacías y por la libreta de gatito. Por aguantar, aunque no quisieras, tres gatos y una mujerona que te van siempre detrás. Por las duchas juntitos, los Reels y las mini escapadas. Por Oporto y lo bonito que nos trajo. 

Me iré. Pero sé que mi amor y mi gratitud siempre siempre se quedarán contigo.

Gracias, gracias y mil veces gracias.