Quizá deberíamos dejar de planear, y empezar a volar un rato

Te prometo un siempre.

Mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido
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sábado, 19 de noviembre de 2022

La cura de mi alma.

Hay días en los que, por una cosa o por otra, acabas con el corazón lleno. 

Llevo unas semanas que no me apetece salir de casa. No me apetece ver a nadie ni hacer absolutamente nada. Y pienso como sería mi vida si simplemente llegase del trabajo, volviese a mi casa y estuviese sola y tranquila para poder no hacer nada. Y la idea, lejos de parecerme una locura, cada vez me atrae un poco más. Salgo de casa desde primera hora pensando lo poco que me apetece salir a ningún sitio, hablar con nadie o hacer nada. Y entonces, como es lógico, de una manera o de otra el día se me acaba torciendo un poco había el lado que no es. 

Se me da la vuelta la rosca.

Tengo miedo de encerrarme. Física y mentalmente, digo. Pero siento que no puedo evitar ni una cosa ni la otra. Hay veces que estoy con personas pero no me siento con ellas. Creo que últimamente soy como una pieza de puzzle que se parece mucho a la que estás buscando pero que la tienes que forzar un poquito para que encaje. Pero no se deja, porque ese no es su sitio. Siento que todo lo que conlleva socializar es un esfuerzo que no sé cuánto tiempo más voy a poder aguantar. No sé hasta donde estira la goma. Mis gatos están más cerca de mi de lo normal. Siento que no valgo para nada por mucho que me repita que no es así. Que soy de las personas más válidas que conozco, coño. Espabila. He dejado a un lado muchísimo (para lo que soy yo, claro) la responsabilidad emocional, que ni de lejos sabía que estaba utilizando tanta de mi energía que ahora necesito. Lloro por cosas que no tienen sentido en situaciones absurdas. Me sacan de quicio cosas que normalmente hago en mi rutina. Me cuesta mucho ir al gimnasio, hacerme la comida.

Pero, sin embargo, esta semana he sentido un cambio bonito. Normalmente cuando me siento así siempre tengo que notar que he llegado al fondo para volver a subir, pero esta vez no ha ocurrido. Siento que... Que se han esforzado en que volviera sin yo saber siquiera que tenía que volver. Y lo han hecho con el amor más bonito que me han dado nunca, lo creáis o no. Teniendo paciencia conmigo, dejándome ser hacia donde fuera. Dándome tiempo, churritos y castañas. Quedándome dormida con una manta en el sofá. Y algo ese día en ese sofá hizo click, y pude oírlo perfectamente. Oí como encajaba la pieza del puzzle. Oí como había encontrado su sitio. Esa noche dormí poco... Pero no soñé. No soñé con todas las cosas que tengo que hacer y no hago. No soñé con todas las cosas malas que pueden pasar y no pasan. Volví a dormir tan bonito como a mí me gusta.

Y ayer pude por fin no hacer nada un rato. Y me mire, me hablé bonito. Me toqué, me admiré y me quise. A la mujerona que soy. Sin llegar al fondo. También me dormí después. Como un bebé. 

Hoy sentí de nuevo toda esa ilusión bonita de verte. Tus besos me sacan de sitios oscuros y feos para darme la calidez y la luz del rincón más bonito de mi que jamás haya conocido. Gracias por hacer que deje que me saques de aquí antes de caer fuerte. Gracias por dejar que caiga encima de ti. Por tu paciencia, tu amor y tu cariño. Me llenas el corazón y el alma de una manera tan grande y tan bonita que todas las palabras que pueda usar y que conozco se me quedan cortas. 

Dormiré calentita esta noche otra vez por todo lo que me has dado. Con tu corazón en mi alma, y el mío a tu lado.

Te amo de aquí a la luna ida y vuelta a pasitos de caracol...💕

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