Quizá deberíamos dejar de planear, y empezar a volar un rato

Te prometo un siempre.

Mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido
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sábado, 29 de octubre de 2022

Como siempre te quise

 Hay cosas que nunca cambian y de las que nunca te olvidas. Y yo, llevo unos días echándote más de menos que de costumbre, papá. Porque hay cosas que me van a recordar a ti inevitablemente (y espero que) el resto de mi vida. 

Mamá a veces te pone plato todavía cuando hacemos comidas grandes, al pico de la mesa. Ahora es un sitio que normalmente me quedo yo...  o Padrino, cuando viene. Te gustaría mucho ver la relación tan bonita que hemos recuperado con esa parte de la familia y lo mucho que nos queremos. Yo todavía me santiguo a veces cuando salgo del portal, sin ser nada de eso yo, como tu hacías siempre al salir a la calle. Sobre todo si necesito tener más seguridad en mí misma que de costumbre. 

Me acuerdo de ti cada vez que comemos pulpo, porque qué bien te salía (y como me apetece ahora) y cada vez que mama hace torta de harina para comer, que suele ser cada muchísimo tiempo, porque cuánto te gustaba.

Y cada vez que miro a cualquier ventana del mundo, ahí estás tú de cotilla mirando hacia fuera y dejándote los codos sin hidratar en la repisa. Hay que hidratarse los codos cuando estás todo el día en la ventana, papá.

Cada vez que bebo cacaolat. Nunca me volvieron a saber igual de bien que cuando los bebía contigo en la Garimbería ni desde que la cerraron. Cada vez que huelo un Ducados, absolutamente inconfundible.

Y por supuesto, cada vez que me subo a unas tablas. "Va por ti, papá". Ojalá hubieras llegado a verme actuar alguna vez. Aunque puede que si estuvieras aquí quizá nunca hubiera empezado, fue un refugio muy bonito cuando no estabas. Ojalá te hubieras podido aberrar al ver la Venus del espejo, haberte visto llorar viendo Agosto, o haberte reído hasta no poder con El enfermo imaginario. Ojalá me hubieras visto debutar un año después en Bajarse al Moro y hubieras visto la manera tan bonita en la que cambió mi vida.

Sé que donde estés, estás más orgulloso de mis logros que yo y lo estás también de la persona bonita en la que me estoy convirtiendo. Estoy trabajando en mi paciencia, creo que se me está dando bien. Tengo un trabajo que me gusta mucho, y la ambición que también heredé de ti me hará llegar mucho más lejos, aunque aún me queda mucho de como aprender a gestionarla... Pero doy pasos pequeños y seguros. Estoy rodeada de gente bonita que me quiere, me respeta y me apoya. Te habrían encantado. Y el chico con el que estoy te habría vuelto loco, y mucho más lo feliz que me hace estar. Voy a seguir haciendo lo que me gusta para complacerme, porque también sé que es lo que tu querrías. Que sea feliz con lo que haga, que este a gusto. Y que estudie. Cariño, nunca dejes de estudiar. 

Todo esto que escribo hoy, es un un cálido abrazo al alma que me estás dando. 

No voy nunca a olvidar las cosquillas, la última conversación que tuvimos y aquella foto tan linda que tenemos en tu cumpleaños. Tampoco las veces que llorabas viendo Cuento de Navidad, medio a escondidas porque los hombres no lloran, papá. Te veo en mis rizos, en mi nariz y en mi forma de hacer las cosas. Te veo cuando puteo a mami y cuando miro mi llavero. Estas en los westerns, en Chuck Norris, en Colombo, en Rex y en Los vigilantes de la playa. En despedirme con un beso y empezar los periódicos al revés. Te veo todo el rato cuando me miro por dentro porque, por suerte, siempre vas a estar conmigo.

Te quiero, pa. Como siempre te quise.

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