Ya queda poco, muy poco, se podría decir que casi nada, para poder hacer todo lo que me gusta. Para las vacaciones, acostarme todavía más tarde. Puedo escuchar el rumor del viento caliente de verano agitando los arboles. Playa, sol, niñas, él. Tomar frappes en el Vecchio de la calle real, ir a Maria Pita a por los tequeños. Volver a ver a todas las personas a las que solo puedo ver en verano. Dormir, descansar, relajarse. Sacar mil y una fotos, ir al campamento con mi mejor amiga, conocer todavía más gente de la que ya conozco. Pasar más tiempo con él, sus ralladuras de cabeza y sus absurdas ideas. Volver a vestir mis sandalias y mis pantalones cortos, tirarme dentro de las fuentes. Nadar hasta donde la vista no alcance, relajarme en mi toalla en cualquiera de las muchas playas, volver a Miño, a Santacruz, a Betanzos. Celebrar mi cumpleaños de manera que sea recordado hasta el año que viene. Volver a las fiestas, a las de Eirís, las del Castrillón, las de Betanzos, las de El burgo. Volver a ir a la feria Medieval, mi favorita, después de no haber podido ir el pasado año. Comer helados sin que la gente te acabe mirando raro, porque fuera de donde estás, está lloviendo. Olvidarse de los pocos problemas, si se les puede llamar así, que tengo. Volver esos días a subirnos al árbol y luego no poder bajar, explorar lugares que nunca habíamos visto, caernos por los alrededores de La Torre de Hércules.
Solo quiero que todo sea... a lo que yo llamo VERANO.
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