Quizá deberíamos dejar de planear, y empezar a volar un rato

Te prometo un siempre.

Mi vida era como una noche sin luna antes de encontrarte, muy oscura, pero al menos había estrellas, puntos de luz y motivaciones... Y entonces tú cruzaste mi cielo como un meteoro. De pronto, se encendió todo, todo estuvo lleno de brillantez y belleza. Cuando tú te fuiste, cuando el meteoro desapareció por el horizonte, todo se volvió negro. No había cambiado nada, pero mis ojos habían quedado cegados por la luz. Ya no podía ver las estrellas. Y nada tenía sentido
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lunes, 28 de febrero de 2011

Noche serena.

Cuando contemplo el cielo de innumerables luces adornado, y miro hacia el suelo, de noche rodeado, en sueño y en olvido sepultado, el amor y la pena despiertan en mi pecho un ansia ardiente; despiden larga vena los ojos hechos fuente, la lengua dice al fin con voz doliente:
Morada de grandeza, templo de claridad y de hermosura, mi alma que a tu alteza nació, ¿qué desventura la tiene en esta cárcel, baja, oscura? ¿Qué  mortal desatino de la verdad aleja ansía el sentido, que de tu bien divino olvidado, perdido, sigue la vana sombra, el bien fingido? El hombre está entregado al sueño, de su suerte no cuidando, y con paso callado el cielo, vueltas dando, las horas del vivir le va hurtando. Despertad, mortales! Mirad con atención en vuestro daño. ¿Las almas inmortales, hechas a bien tamaño, podrán vivir de sombra y sólo engaño?Llevantad los ojos a aquella celestial eterna esfera, burlaréis los antojos de esta lisonjera vida, con cuanto teme y cuanto espera. ¿Es más que un breve punto el bajo y torpe suelo, comparado con aquel gran trasunto, dónde vive mejorado lo que es, lo que será, lo que ha pasado? Quien mira el gran concierto de aquellos resplandores eternales, su movimiento cierto, sus pasos desiguales, y en proporción concorde tan iguales: la luna cómo mueve la plateada rueda, y va en pos de ella la luz do el saber llueve, y la graciosa estrella de Amor la sigue reluciente y bella. Y cómo otro camino prosigue el sanguinoso Marte airado, y el Júpiter benino, de bienes mil cercado, serena el cielo con su rayo amado. Rodéase en la cumbre Saturno, padre de los siglos de oro; tras él la muchedumbre del reluciente coro su luz va repartiendo y su tesoro. ¿Quién es el que esto mira, y precia la bajeza de la tierra, y no gime y suspira por romper lo que encierra el alma, y de estos bienes la destierra? Aquí vive el contento, aquí reina la paz; aquí, asentado en rico y alto asiento está el Amor sagrado, glorias y deleites rodeado. Inmensa hermosura aquí se muestra toda, y resplandece clarísma luz pura que jamás anochece: eterna primavera aquí florece.

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